El papel que ha jugado la agricultura en el desarrollo de la humanidad ha sido mucho más relevante que el desempeñado por cualquier otro sector de la economía, y sólo por una razón muy simple, sin la agricultura, la humanidad no puede sobrevivir; es la primera actividad económica que realizó el hombre y será la última en realizarse mientras exista la raza humana
Siendo tan relevante, muchos países han demostrado, con sus políticas, que la agricultura es menos importante respecto de la industria, los servicios o los sectores de alta tecnología. Sin embargo, es necesario recapacitar que, además de alimentar al mundo, la agricultura juega un rol primordial en el proceso de desarrollo de la humanidad y en esto reside su mayor relevancia.
Hay dos visiones sobre el papel que juega este sector en el proceso de desarrollo, una que corresponde a los del viejo paradigma del papel de la agricultura, donde este sector centra su función en la transformación estructural de la economía, que aboga por una agricultura como palanca del proceso de industrialización, y su aportación al Producto Interno Bruto de la economía se basa en una simple cuenta. Bajo este paradigma, se implementaron múltiples políticas agrícolas sesgadas en apoyo al sector industrial y a la clase trabajadora de las ciudades, la agricultura financió el desarrollo industrial de muchos países en vías de desarrollo. Este paradigma se explica claramente en el modelo de Arthur Lewis, donde a medida que un país se industrializa, el sector agropecuario va perdiendo fuerza en la economía, y también relevancia en las políticas públicas que lo atienden.
En México, el sector primario contribuyó durante el 2014 con 3.1% del PIB nacional; este indicador, de acuerdo con el viejo paradigma, hace pensar que la agricultura no es tan relevante como el sector secundario, que representó 33.5%, o el sector terciario, 60.8%, y que por tanto, las políticas y presupuesto públicos deben privilegiar los sectores con mayor importancia para la economía.
El razonamiento expuesto tiene una gran congruencia en el marco del viejo paradigma. Sin embargo, es necesario formular la pregunta sobre qué hay del nuevo paradigma con respecto al papel que desempeña la agricultura en el desarrollo de la humanidad. Dicho cuestionamiento surge al visualizar el riesgo de no cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio y se basa en las funciones que la agricultura tiene en forma ampliada, en donde su función para el desarrollo va más allá de ser una palanca del proceso de industrialización de un país.
El día de mañana abordaré las funciones expresadas, así como la situación actual y los retos que enfrenta la agricultura en esta primera mitad del siglo XXI.
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Actualmente las funciones clave para el desarrollo que se le reconocen a la agricultura, son: su dinamismo en la generación de divisas, ser motor del crecimiento económico, catalizador en la reducción de la pobreza, factor de mejora de la equidad en la distribución del ingreso, además de ser un sector que acomete frontalmente los problemas de seguridad alimentaria y, el que mayores posibilidades tiene de lograr la sostenibilidad ambiental, lo que la hacen un sector relevante por su contribución en favor del desarrollo nacional
De igual manera, es necesario considerar que el sector agropecuario, después del sector energía, es el que más contribuye a la generación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en México, del orden de 12.3% de emisiones de GEI nacionales.
La productividad agrícola ha crecido modestamente; durante los últimos 35 años, el rendimiento de los cereales creció en total 63.5%; el de las leguminosas, en 15%; los cítricos, en 27%; las oleaginosas, en 46%; específicamente, el rendimiento del frijol se incrementó 27%, y el del maíz lo hizo en 80 por ciento.
Los ingresos por exportaciones agroalimentarias son superiores a los ingresos por turismo, remesas o petróleo, donde los dos principales productos agropecuarios exportados fueron aguacate, con 1,606 millones de dólares, y jitomate, con 1,616 millones de dólares. Este sector, durante los últimos dos años, está retomando su preponderancia en la generación de divisas para el país.
Se reconoce y focaliza cada vez, al construir la agenda global del desarrollo, el papel de la agricultura, puesto que de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio, la agricultura está relacionada con todos éstos y es fundamental para el logro de al menos tres —reducir la pobreza y el hambre, incrementar la equidad de género y la administración sostenible del medio ambiente. En suma, el rol de la agricultura en el desarrollo es crítico para el logro de estos objetivos y para asegurar el orden mundial. Sin embargo, lograr estos objetivos para el caso de México entraña conservar a la agricultura como un sector en el primer plano de la agenda nacional.
Los retos que enfrenta la agricultura mexicana en esta primera mitad del siglo XXI son: alimentar a los mexicanos, contaminación ambiental; incrementar los ingresos de la población rural; ser el detonador del empleo y desarrollo rural; lograr su sostenibilidad tanto en el uso de recursos naturales como financieros; esto será posible considerando presupuestos multianuales, debidamente focalizados, soportados por políticas públicas multisectoriales de largo plazo, políticas que en esencia se enfoquen en los lugares y no en los sectores y que den énfasis a la inversión en lugar de a los subsidios. Una agricultura que sea analizada y apoyada bajo el nuevo paradigma del desarrollo.
*Pedro Díaz Jerónimo es subdirector técnico y de Redes de Valor de FIRA. La opinión es responsabilidad del autor y no necesariamente coincide con el punto de vista oficial de FIRA.