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Recostado en su silla de plástico, Alberto cuenta que los técnicos de Sembrando Vida llevaron a
su comunidad en noviembre de 2018, cuatro meses antes de que se publicaran sus reglas de
operación en febrero de 2019.
“Nos dijeron que era una buena oportunidad, que daban 5 mil pesos al mes, pero que había que
echarle ganas; y comenzaron a apuntar gente”, comenta. Desde el principio se dijo que harían
falta dos hectáreas y media de terreno. “Aquí las parcelas estaban un poco selváticas; algunos
tuvieron que tumbar árboles para entrar. Así fue”.
Esas prisas pueden verse en que, el primer año, el padrón de beneficiarios de Sembrando Vida es
un galimatías. El mismo febrero que se publicaron las reglas ya cobraron del programa 54 mil
personas, número que se triplicó en marzo de 2019, cuando había 150 mil beneficiarios, para
volver a bajar a 47 mil en junio y subir de nuevo para los 224 mil en julio. Los estados que
presentan esa montaña rusa de números son Campeche, Chiapas, Puebla, Tabasco y Veracruz.
De acuerdo a una solicitud de transparencia, no hay registro de que en 2019 se expulsase del
programa a ningún beneficiario, pero en diciembre de ese año Javier May dijo que se determinó
echar de Sembrando Vida a 17 mil personas “por no querer trabajar”. No se sabe qué mecanismo se
usó para ello ni qué pasó con esas parcelas, que son 42 mil 500 hectáreas de terreno.
Más al sur, cercano a la turística Cobá, Fernando, taxista y agricultor, muestra su parcela.
Asegura que era un antiguo potrero, donde antes pastaban unos borregos con los que se sacaba un
extra. De 38 años, es el coordinador de su Comunidad de Aprendizaje Campesino, las unidades
básicas de Sembrando Vida, que agrupan a 25 beneficiarios y gestionan en conjunto un vivero
comunitario.
“Yo no tengo tierras, entonces el ejido me firmó un arrendamiento del terreno por cinco años”,
cuenta. De los 440 mil beneficiarios que tiene el programa, 166 mil están en la misma situación
que Fernando, con tierras arrendadas que podrían perder una vez acabe el programa.
“Lo bueno de Sembrando Vida es que es algo seguro para por lo menos los próximos cinco años,
aunque sí está el peligro que una vez se acabe el dinero la gente vuelva a sus ocupaciones”,
explica, “aquí los agricultores no llegaban a ganar esa cantidad al mes, puede que se llevaran
mil pesos”.
Desde su inicio en 2019, Sembrando Vida ha tenido 71 mil millones de pesos para operar. En el
mismo periodo, las dependencias del Gobierno Federal encargadas de conservación de los bosques,
como son la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, la Comisión Nacional de Áreas
Naturales Protegidas y la Comisión Nacional Forestal han recibido un total de 12 mil millones de
pesos, con un recorte del 30% respecto a 2018.
Si se divide el presupuesto anual de Sembrando Vida por su millón 100 mil hectáreas, cada una
tiene una dotación de 25 mil pesos al año; mientras, los Pagos por Servicios Ambientales de la
Comisión Nacional Forestal conservan casi dos millones de hectáreas pagando a las comunidades
entre mil y dos mil pesos al año por hectárea.
“Con los árboles maderables, una vez tengan 15 años, haremos madera con ellos. Y de los frutales
la verdad no he calculado cuánto dinero vamos a sacar de ahí, pero creo que los podríamos vender
en los restaurantes de Cobá”. Fernando, como casi todos los entrevistados, nunca había plantado
ni trabajado árboles frutales.
Los encargados de guiar y ayudar a los beneficiarios son los técnicos productivos y sociales. Hay
unas 2 mil 150 parejas y cada una se encarga de acompañar a ocho Comunidades de Aprendizaje
Campesino, sobre 200 personas.
“Con los anteriores técnicos no nos llevamos muy bien. Nos obligaban a plantar cosas que no
funcionaban, nos decían que teníamos que plantar cuando no era la temporada de lluvias y se
morían las plantas; todo por cumplir con los planes de trabajo”, recuerda Fernando, una queja
que se repite en varias partes. Tras un año en el que no avanzaron, protestaron y cambiaron a
sus técnicos.
El plan de trabajo son las instrucciones que tiene que seguir cada beneficiario e incluye una
serie de actividades y metas de plantación. En caso de no cumplir con al menos el 80% de las
actividades registradas en él, el sembrador es sancionado. Sembrando Vida usa un sistema de tres
strikes: primero se amonesta, luego se suspende el pago un mes y si se reincide una tercera vez
se expulsa.
La Auditoría Superior de la Federación realizó una evaluación al programa para la Cuenta Pública
del año 2019, con un muestreo al azar de 2 mil 667 expedientes de sembradores. Encontró que en
un 25% no se contaba con Plan de Trabajo y que en otro 25% no había registro de que se hubiese
realizado las actividades suficientes para ameritar el pago. De acuerdo a una solicitud de
transparencia, en los tres años que lleva Sembrando Vida, se ha amonestado a 35 mil
beneficiarios, suspendido el pago a 6 mil 900 y expulsado solo a mil 867.
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A sus 68 años, Javier ya debería estar jubilado. Se le ve mayor, con un derrame en el ojo derecho
y un bigotito ralo y cano. Se cambia la camisa, empapada del sudor del trabajo de campo. En su
parcela le ayudan sus hijos, en una comunidad del centro de Quintana Roo.
Para llegar a su casa hay que atravesar los infinitos campos de granos que los menonitas
cultivan, para los que hace años tuvieron que deforestar cientos de hectáreas de la Selva Maya.
La secretaría de Medio Ambiente y ex secretaría de Bienestar, María Luis Arbones, ha acusado a
los menonitas de estar detrás de la deforestación que se achaca a Sembrando Vida.
La puesta en marcha del programa no ha detenido ni un poquito la deforestación en México. De
acuerdo a datos de Global Forest Watch, en 2017 y 2018 se perdieron en todo el país, 666 mil
hectáreas, menos que las 760 mil de 2019 y 2020. En Quintana Roo estas cifras son 60 mil frente
a 110 mil.
En el pueblo de Javier más de la mitad de las familias están dentro del programa. Él tiene una
hectárea y media para frutales y otra hectárea de reforestación. Asegura que sus terrenos eran
potreros abandonados. Les advirtieron que solo podían entrar terrenos que fueran acahual bajo.
¿Qué es un acahual bajo?
“Pues tiene que tener menos de dos años de crecimiento y los árboles no pueden superar los dos
metros de alto ni los 10 centímetros de ancho”, describe. Es de los pocos sembradores con
experiencia en frutales, concretamente unas 60 matas de mandarinas y naranjas. “Nunca nos ha
rendido mucho, es más bien un apoyito”.
Los arboles frutales "nunca nos han rendido mucho".
Le preocupa que en cinco años se acaba el dinero del programa y sabe que una parte de los
frutales que están plantando no van a producir hasta más tarde. Los técnicos les han dicho que,
quizá, quien suceda a Obrador continúe con Sembrando Vida.
Los técnicos en Sembrando Vida tienen la facultad más importante del programa: abrir y cerrar el
grifo del dinero. Ellos deciden a quién proponen para ser un beneficiario, certifican que las
hectáreas cumplen con las condiciones y son quienes pueden amonestar o expulsar a los
sembradores. Un estudio de Ethos Laboratorio de Políticas Públicas explica que con la estructura
tan vertical del programa este gran poder no conlleva una gran responsabilidad: no hay una
fiscalización de su desempeño.
“Los técnicos tienen mucho poder y no hay claridad en torno a sus indicadores, no saben qué
quieren alcanzar ni cómo supervisan ni cómo se comprueba que hacen bien su trabajo”, ahonda
Laure Delalande, directora de Innovación y Desarrollo Sostenible en Ethos.
Varias investigaciones han documentado irregularidades. EL UNIVERSAL publicó hace año y medio
como beneficiarios en diversos estados denunciaban que sus técnicos les pedían moches de entre
100 y 200 pesos al mes; y en la revista Proceso se contó la historia de un grupo de
técnicos en Veracruz que amenazaron a sembradores con expulsarlos si no compraban sus plantas y
herramientas con proveedores de su elección.
“Es un programa sin visión a mediano y largo plazo. Se supone que una vez que haya sistemas
agroforestales establecidos, la gente comenzará a tener ingresos y mejorará su calidad de vida;
pero no hay indicadores ni de en cuánto tiempo va a pasar ni de cuánto van a rendir ni que
resultados deberías tener...”, y finaliza Delalande, “el programa puede tener muy buenas
intenciones, pero ponerse a arrancar tan rápido algo tan complejo y sin comprobar es la manera
más segura de irse al fracaso”.
“Es un programa sin visión a mediano y largo plazo”.
El primer año de Sembrando Vida fue, en el mejor de los casos, un aprendizaje tremendamente
costoso para el erario público: 15 mil millones de pesos. Los propios informes del comité
técnico lo dejan negro sobre blanco, debatiendo sobre problemas como falta de plantas, de
herramientas y materiales; así como técnicos y beneficiarios que no trabajan y para los que no
existe un mecanismo de expulsión.
En 2019, el objetivo de la Secretaría de Bienestar era cosechar 575 millones de plantas y
árboles. Sólo se lograron 80 millones. A junio de 2021 había en todas las parcelas 451 millones
de plantas. López Obrador ha establecido la meta de mil cien millones de árboles.
Heber Uc, de la comunidad maya de Nuevo Jerusalén y miembro del Colectivo de Semillas Much' Kanan
I'naj, ve en ese mediano y largo plazo otra gran debilidad, cuando los árboles comiencen a dar
frutos y todas las familias tengan para vender lo mismo.
“¿Va el Estado a hacerse cargo de la producción? No hay un planteamiento de hacia dónde van.
Cuando se trajo el programa a las asambleas, se dio una información muy ambigua, solo centrada
en lo económico. Cuando se acabe el dinero, las parcelas pierden sentido y la gente las dejará”,
y teoriza, “es un programa de control político como los de antes, con la misma lógica de generar
capital social para las próximas elecciones”.
Al norte de Quintana Roo, Luis, hijo de un beneficiario de Sembrando Vida, pasea la parcela que
trabaja para su padre. “Nunca habíamos tenido tanto dinero como ahora”, reconoce, “y todo
gracias a él, al abuelito, y su programa”. Cuando habla, parece que es López Obrador quien
deposita directamente.
Asegura que ellos no han deforestado, aunque por su parcela se ven restos de troncos quemados y
arrancados. A finales de 2018, las imágenes satelitales muestran que por donde camina, había
árboles grandes y verdes, como la muralla verde, una selva de lianas, plantas, troncos blancos y
anchos, que se alzan cinco, seis metros, pegada a la linde.
Notas metodológicas:
1. Se decidió no poner el nombre real ni la localización exacta de los
beneficiarios de Sembrando Vida entrevistados debido a las expulsiones, represalias y
exposiciones que ha habido desde la Administración hacia los sembradores que han hablado con
periodistas.
2. El análisis de las 5 mil 142 parcelas se realizó en dos pasos. Primero se
vio cuántas de ellas entraban en los diversos usos de suelo catalogados por el INEGI en la
última edición de la carta de Uso del suelo y vegetación. El segundo consistió en ir, una
por una de las 5 mil 142 parcelas, comprobando si había vegetación en el área de influencia
entre 2017 y 2019 y documentar su desaparición o degradación.