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martes , 10 agosto 2021
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Niñez y población originaria, la vida en los extremos

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MARIO LUIS FUENTES. EXCÉLSIOR

Los datos sobre el incremento en los niveles de pobreza en México, dados a conocer por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), revelan las precarias condiciones en que vive la mayoría de la población nacional, pero, sobre todo, las profundas desigualdades que marginan y segregan a millones de seres humanos de la posibilidad siquiera de tener acceso a lo más elemental para alimentarse.

Hay diferentes formas y estrategias de aproximarse a esas desigualdades, y dos de ellas imprescindibles para comprender lo que ocurre en México tienen que ver con la edad de las personas y con su pertenencia o autoadscripción étnica. Desde esa perspectiva, adentrarse a los datos relativos a los niveles de pobreza en que vive la niñez mexicana y las personas indígenas y afrodescendientes permite mostrar condiciones dramáticas, existentes desde antes de la pandemia, pero que se han profundizado en las emergencias sanitaria y económica.

En efecto, de acuerdo con los datos de la medición multidimensional de la pobreza, en 2020 habría 5.8 millones de niñas y niños menores de cinco años en pobreza; de ellos, hay 1.3 millones en situación pobreza extrema. En el grupo de 6 a 11 años habría 6.8 millones en situación de pobreza y, entre ellas y ellos, 1.3 millones en pobreza extrema. Finalmente, en el grupo de 12 a 17 años habría 6.9 millones en condiciones de pobreza, de los cuales 1.4 millones estarían en pobreza extrema.

En total, en México hay 19.5 millones de niñas, niños y adolescentes que viven en situación de pobreza, cifra absoluta prácticamente similar a la que había en el año 2018; mientras que, en términos porcentuales, sólo hubo una ligera mejoría para el grupo de menores de 5 años, e incrementos para los grupos de 6 a 11 y de 12 a 17 años de edad. En el agregado, el incremento fue de 50.3% de la población menor de 18 años en pobreza en 2018, a 52.6% en el 2020.

Por su parte, entre las poblaciones indígenas el incremento fue aún mayor, al haber pasado del 70.3% de quienes son parte de algún pueblo indígena en condiciones de pobreza en 2018, a 73.2% en el año 2020. El dato contrasta severamente con el 40.9% de personas no indígenas.

Frente a lo anterior, sin dejar de ser importante, el debate no puede quedarse sólo en la crítica a la distribución de recursos públicos a favor de quienes más tienen y debemos transitar a un debate nacional, auténticamente inédito, que redefina nuestras prioridades y valores, en el ánimo de construir un nuevo curso de desarrollo para México.

Lo que no se ha hecho hasta ahora, frente a la propuesta presidencial de actuar primero a favor de los pobres, es llenar de contenido esa idea. ¿Qué significa el lema de “primero los pobres”? En evidencia, frente a la información disponible, lo que debe estar bajo la crítica y generación de propuestas es cómo cumplimos con el mandato constitucional a favor del Principio del Interés Superior de la Niñez y cómo cerramos las brechas históricas, generadas por el racismo y la discriminación, en detrimento de los derechos de los pueblos y comunidades indígenas.

Discutir cómo y cuánto dinero transferir a las personas más pobres es relevante sólo en la medida en que permite atender la emergencia social; pero infructuoso, como ya se ha visto, en el largo plazo para transformar las condiciones estructurales que impiden a millones salir de las trampas de la pobreza y la desigualdad.

México no puede seguir ofreciendo sólo pobreza y una vida en condiciones de segregación a sus niñas y niños; porque el mensaje es que lo que les espera es un futuro de trabajos donde a lo mejor que se puede aspirar es a no morir de hambre. Éticamente esa postura es reprobable, y todas y todos debemos contribuir a que la situación cambie ya y lo haga definitivamente.

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