LORENA RIVERA. EXCÉLSIOR.
Ni la inmensidad ni profundidad de los océanos están a salvo de la desastrosa actividad humana. Por décadas han sido receptáculo de desechos de todo tipo, como los plásticos, lo cual impacta hábitats y la vida de las especies. No sólo eso. El calentamiento global ya afecta, irremediablemente, a peces, moluscos, mamíferos y demás seres marinos.
Hay muchas razones para preocuparnos por el presente y futuro de los océanos: proporcionan alimentos, producen el 50% del oxígeno que requerimos para vivir, regulan el clima y absorben el 30% del CO2 que se libera a la atmósfera y 90% del calor provocado por el cambio climático.
Pero en vez de tomar conciencia del daño ocasionado, el ser humano continúa depredando este hábitat.
En la comodidad de nuestros hogares citadinos no nos preocupa saber cómo llegan a nuestras mesas los mariscos y pescados —frescos, congelados o enlatados—, basta con ir a la pescadería o supermercado y elegir uno de entre las diversas variedades disponibles.
Comer pescado es saludable. Tan sólo para la mitad de la población del mundo es una fuente importantísima de proteínas.
Así es, más de tres mil millones de personas dependen de la diversidad marina para su sustento.
Y, probablemente, seguimos creyendo que los océanos y su riqueza son infinitos. Por lo tanto, la pesca nunca declinará.
Qué equivocación más atroz.
Como actividad, la pesca emplea a 56 millones de personas o bien, subsisten de ella. Por ello es deber de cada país y sus gobernantes retomar en sus políticas públicas las investigaciones científicas, con o sin litorales, y por consiguiente, tengan o no industria pesquera.
Porque atacar las causas de la degradación ambiental y del cambio climático es asunto, literal, de todo el mundo.
Un estudio publicado hace unos días en Science (Impacts of historical warming on marine fisheries production) indica que a medida que la temperatura de los océanos aumenta, las poblaciones de peces para consumo humano disminuyen.
Sí, la productividad de algunas pesquerías ha caído entre 15 y 35% en 80 años.
A ello sumemos que muchas pesquerías están bajo la presión de la sobreexplotación y los errores de una mala administración.
Los investigadores ponen énfasis en que los océanos ya no pueden proveer tantos productos pesqueros sostenibles como antes, situación que empeorará a medida que el calentamiento global dañe los océanos.
Los hallazgos representan una oportunidad única para tomar en cuenta y actuar en consecuencia sobre los efectos del cambio climático en la gestión de la pesca y la conservación de las especies.
Curiosamente, el cambio climático es como un enorme pulpo, cuyos tentáculos destruyen o perjudican diferentes entornos.
No adaptarse a las transformaciones en la productividad de las pesquerías significa el embate de tres problemas más: menos alimentos, menos empresas-empleos y, por lo tanto, más pérdidas económicas.
No por nada la ONU eligió —por primera vez— a las especies marinas como eje del Día Mundial de la Vida Silvestre (3 de marzo): Vida subacuática: para las personas y el planeta.
Nunca como hoy es de vital importancia crear conciencia y calar hondo sobre la aportación de la diversidad marina para el propio desarrollo humano.
No existe otro camino más que el de intentar por todos los medios el asegurar que los océanos no dejen de brindar sus bondades para éstas y las generaciones del mañana.
Si lo anterior no es suficiente, hablemos del valor de mercado de las industrias marina y costera.
Los recursos generados al año se calculan en tres mil millones de dólares, lo cual representa el 5% del PIB global, de acuerdo con Naciones Unidas.
Hay otro dato de interés y desafiante a la vez. A pesar de las investigaciones y la tecnología disponible, el ser humano sólo ha sido capaz de identificar 200 mil especies de entre millones que en realidad habitan bajo las olas y en las profundidades.
De ese tamaño es la biodiversidad marina.
Pero esa enormidad ha sido vulnerada por la irracionalidad humana.
Hay que repetirlo también. En un futuro no lejano habrá más basura plástica que peces en los océanos.
Por ello es relevante destacar la campaña Saving Seas Just Got Personal (Salvar los océanos es un asunto personal) de Naciones Unidas, la cual tiene como objetivo involucrar a las personas a hacer lo que esté a su alcance para proteger los océanos y la vida que ahí habita.
Evitar la sobrepesca es un asunto de los gobiernos a través de la aplicación de la ley. Enfrentar la amenaza del cambio climático es tarea de todo el globo. Pero impedir que la basura siga inundando los mares es decisión de cada persona.
Así que cuando tenga un vuelve a la vida o un huachinango, mero, atún o pulpo, piense en lo difícil que será incluirlos en la dieta diaria si no ponemos un freno a nuestras actividades nocivas.