ALBERTO BARRANCO. EL UNIVERSAL.
Paradojas de la vida: Colocada en máxima velocidad la negociación para modernizar el Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea, como una suerte de acicate para que Estados Unidos laxara sus posiciones radicales para cerrar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ahora resulta que la renegociación se bateó hasta el 2019.
La propuesta colocada por la Casa Blanca de ponerle un paréntesis de cara a los procesos electorales de su país y México fue aceptada por Canadá, pese a la rabieta del gobierno de nuestro país.
En la carrera por sacar el TLCUEM en la mira de mostrarle al vecino del norte que nuestras exportaciones tienen otros mercados, se soslayó el capitulo álgido, que finalmente se convertiría en cuello de botella.
Colocada la mira para cerrar la renegociación en diciembre, ésta podría alargarse hasta febrero… si el país acepta condiciones que oscilan desde la imposición de cuotas o cupos para determinados productos, la existencia de barreras fitosanitarias para otros y un manejo ético de productos con denominaciones de origen.
Como usted sabe, el tema, con énfasis en los quesos, impidió el final feliz como regalo de Navidad.
El ni-tú-ni-yo había de que los quesos de marcas europeas vedadas producidos en el país se manejen como copias, es decir queso tipo gouda o manchego, a cambio de que los europeos les pongan cupos, es decir límites, a las exportaciones de los fabricados con recetas mexicanas, es decir el cotija, el oaxaca…
El problema es que los productores nacionales quieren el mismo trato para los quesos con denominación de origen elaborados en diversas regiones europeas.
Ahora que el trato es disímbolo. Actualmente los quesos europeos entran con arancel de entre 15% y 30%.
Europa limitará exportaciones de la carne, a excepción de la de ganado vacuno, por cuestiones fitosanitarias. Concretamente, se acusa a México de utilizar promotores o estimulantes de crecimiento para el ganado bovino y equino, lo que está prohibido en los países del Viejo Continente.
En el jaloneo, pese a que en México desde hace décadas se vende en el mercado queso “tipo manchego”, el hecho de que se utilice leche de vaca en su elaboración en lugar de la de oveja de la región castellana de La Mancha en España provocó que se acusara al país de fraudulento.
En el escenario, la presidenta de la Denominación de Origen del queso manchego, Rosa María Villarubia, llegó a declarar que no entendía cómo Europa se pone a firmar convenios comerciales con un país que no respeta las denominaciones de origen de otros.
A su vez, un alto funcionario del ministerio de Agricultura español, Antonio Martínez Blasco, dijo que le había planteado a la Unión Europea un acuerdo de reciprocidad: si en México se permite un tipo manchego, tipo parmesano, ¿vamos a hacer aquí un tipo tequila? Y el colofón: “Nosotros no trajimos el maíz o la patata en el intercambio cultural y de personas con México durante siglos, pero allá la ordeña de oveja es prácticamente inexistente”.
Desde luego, la ola se habría evitado si el país desde el principio toma el toro por los cuernos, a sabiendas que los europeos colocarían en la mesa sus fichas estelares de cara a la segunda etapa del acuerdo mercantil.
Y todo para que el capítulo final del TLCAN se alargara.