La producción intensiva de aguacate en México, especialmente en Michoacán que concentra el 70% de la producción nacional, genera crecientes preocupaciones sobre el manejo sustentable del recurso hídrico en las regiones productoras y sus impactos ambientales asociados. El aguacate, conocido como "oro verde", ha experimentado un crecimiento exponencial en su demanda internacional, particularmente en Estados Unidos donde México provee más del 80% de las importaciones. Este auge económico ha transformado regiones rurales, generando empleos y prosperidad, pero también ha creado presiones ambientales significativas. Un árbol de aguacate adulto requiere entre 70 y 100 litros de agua diariamente durante su ciclo productivo, considerablemente más que otros cultivos tradicionales de la región como el maíz o el frijol. En zonas con estrés hídrico, esta demanda puede afectar la disponibilidad de agua para otros usos, incluyendo el consumo humano y la preservación de ecosistemas acuáticos. En municipios como Uruapan, Tancítaro y Peribán, el bombeo intensivo de agua subterránea para riego de aguacatales ha provocado descensos en los niveles de los mantos freáticos. Manantiales que históricamente abastecían a comunidades locales han reducido su caudal o se han secado completamente, generando conflictos sociales por el acceso al agua. La expansión de huertos aguacateros ha implicado la deforestación de bosques de pino y encino, ecosistemas fundamentales para la recarga de acuíferos a través de la infiltración de agua de lluvia. Se estima que Michoacán ha perdido más de 20 mil hectáreas de bosque en las últimas décadas debido, en parte, a la conversión a aguacatales. Esta deforestación no solo afecta la disponibilidad hídrica, sino también la biodiversidad y la captura de carbono. El monocultivo intensivo de aguacate altera la hidrología local. Los bosques naturales actúan como esponjas que capturan y liberan gradualmente el agua de lluvia, mientras que los aguacatales, especialmente en laderas pronunciadas, pueden incrementar la escorrentía superficial y reducir la infiltración, afectando la recarga de acuíferos. Expertos en recursos hídricos y organizaciones ambientalistas recomiendan implementar sistemas de riego tecnificado, particularmente riego por goteo, que puede reducir el consumo de agua hasta en 50% comparado con métodos tradicionales de inundación o aspersión. La captación y almacenamiento de agua de lluvia en reservorios puede proveer agua de riego durante la época seca, reduciendo la presión sobre fuentes subterráneas. El manejo integral de cuencas hidrográficas es fundamental para garantizar la sustentabilidad. Esto incluye la reforestación de zonas de recarga, el establecimiento de áreas de conservación riparia a lo largo de corrientes de agua, y la restauración de sistemas hídricos que regulan el ciclo del agua. Organizaciones de productores progresistas están adoptando certificaciones de sustentabilidad que incluyen criterios estrictos de manejo del agua. Algunas iniciativas piloto implementan agricultura regenerativa en plantaciones de aguacate, combinando árboles de aguacate con especies nativas que mejoran la estructura del suelo y la retención de humedad. La trazabilidad y transparencia en la cadena de suministro permite a consumidores internacionales identificar aguacates producidos bajo estándares ambientales rigurosos, creando incentivos de mercado para prácticas sustentables. Sin embargo, se requiere mayor regulación gubernamental y aplicación efectiva de leyes forestales para detener la expansión ilegal de aguacatales en zonas forestales. El futuro de la industria aguacatera mexicana depende de encontrar un equilibrio entre rentabilidad económica y sustentabilidad ambiental. La innovación tecnológica, la gestión responsable del agua y el respeto por los límites ecológicos son esenciales para garantizar que esta industria estratégica sea viable para las generaciones futuras, similar a los desafíos que enfrenta la producción de café.